Kotor, la joya de Montenegro oculta en el mar Adriático

Imagen de la bahía de Kotor desde su bastión

Imagen de la bahía de Kotor desde su bastión

Texto y foto: Diego JIMÉNEZ

Kotor es una ciudad costera de Montenegro en el Mar Adriático. Se localiza en una pequeña bahía escarpada, que antiguamente fue un volcán, y que está rodeada de montañas. La compleja entrada por barco que tiene la zona la convierten en todo un espectáculo.

Al acceder en barco desde el Mar Adriático uno contempla las enormes laderas verdes de las montañas que rodean la costa dalmática. La ciudad en sí está encaramada a la bahía y arropada por la ladera, pues entre el inicio de la montaña y de la playa hay poco más de 300 metros.

Justo al llegar vemos desde la orilla la enorme muralla que rodea la ciudad y sube hasta la fortaleza de Kotor. Esta construcción separa el lado antiguo de la nueva zona. En el centro antiguo encontramos la curiosa villa de Kotor. De estilo clásico veneciano, sus altas casas con tejados rojizos son curiosas de visitar, y sus calles empedradas, estrechas y frescas favorecen una visita tranquila sin importar la hora. Toda la villa tiene en común el tema de los gatos, animales que trajeron los primeros pobladores y que la han acompañado en gran parte de su historia. Dentro de la propia villa uno podrá ver grandes esculturas como una lámpara o una silla, además de pinturas y cuadros de artistas locales colgados en las calles.

En cuanto a la gastronomía en Kotor, el plato típico es el Ajvar. Esta tapa consiste en un condimento de pimientos rojos, berenjena y ajo que se unta en el pan o acompaña a la carne y da un punto picante a la comida.

1.300 escalones hasta el bastión
La mayor atracción de Kotor, atravesando la villa, consiste en la subida hasta su bastión. Se puede acceder todos los días de 9 de la mañana a 7 de la tarde por unos 8 euros por persona. La subida no es apta para cualquiera, pues son 1.300 escalones de piedra por la ladera hasta la fortaleza o unos 350 escalones hasta la iglesia que hay más abajo. De cualquier forma, uno puede acceder a esta atracción, que formó parte en el pasado de una táctica ganadora para los habitantes de Kotor: cansar al enemigo. En caso de que la villa se viera asediada se cerraba la puerta de la entrada y el enemigo tenía que subir por la escarpada ladera rodeando la muralla hasta la fortaleza para intentar entrar desde esa puerta. En el camino a la cumbre encontramos salas derruidas y escaleras imposibles de una época anterior donde se tuvieron que adaptar a la montaña para construir esta defensa que tiene más de 1.500 años.

Mientras ascendemos es normal encontrarse con pequeños puestos donde los lugareños cuentan a los turistas la historia de la ciudad y la utilidad de la muralla, haciendo referencia a su propósito defensivo. Quizás habría que mejorar las medidas de seguridad, pues el camino está bastante deteriorado y carece de barandas.

Hasta arriba se llega en 45 minutos caminando a buen ritmo, y la vista de la bahía es el mayor regalo para la vista. Ver el atardecer desde la cumbre con el mar de fondo merece la pena y compensa el precio de la entrada y el esfuerzo de la subida. Al bajar, se puede deshacer el camino de subida o bajar desde la fortaleza.

Existe una playa en Dobrota, que es una villa contigua a Kotor. A cinco minutos andando del centro es posible bañarse en las frescas y transparentes aguas de la bahía. La orilla es amplia y extensa, pero no tiene arena sino piedras, por lo que es aconsejable ir calzado.

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