- La sequía o el crecimiento de las importaciones son dos de los factores que agravan la crisis del sector agrario
Manuel GÓMEZ PÉREZ
Las carreteras y las calles de las ciudades se han llenado de agricultores y de ganaderos exigiendo unas medidas “más que necesarias” para la subsistencia de un sector crucial para un país como España, según asegura el agricultor extremeño Valentín Cantos.
Desde que el país se adhirió a la Comunidad Económica Europea en 1986, la agricultura nacional ha experimentado, con el paso de los años, una serie de cambios impuestos por el principal instrumento regulador de este sector económico en toda la Unión Europea, la Política Agraria Común. Actualmente, prima el impulso hacia una agricultura mucho más sostenible, prohibiendo según qué tipo de fertilizantes y sustancias usadas desde los primeros tiempos.
Respecto a las importaciones, Manuel García, comercial de una empresa de producción y comercialización de aceite de oliva en España, advierte que actualmente “no se puede poner freno a la entrada de productos originarios de otros países, ya que estamos en un mundo cada vez más globalizado”.
El tomate que llega desde África
Un claro ejemplo de esta situación es el incremento, de casi un 53%, de la entrada de frutas, como melones o sandías, y de hortalizas, como el tomate, procedentes de Marruecos, Sudáfrica u otros países de África. “La producción es mucho mayor en estas regiones porque no existe una regulación tan estricta como en los países de la Unión Europea para los fitosanitarios”, señala García. De esta manera, la situación que viven los profesionales españoles del mundo agrario no es nada fácil, ya que no se puede competir ante esta latente desigualdad de condiciones.
Uno de los factores más importante a la hora de hablar de los cultivos o de la tierra de labranza es la situación climatológica y el tipo de cultivo del que disponemos. Los cultivos de secano son aquellos que sólo crecen con el agua de la lluvia, sin necesidad de ayuda de un riego artificial. Mientras que los cultivos de regadío son aquellos que necesitan de un sistema de riego o canales para subsistir. La compleja situación de los cultivos de secano se ha visto exacerbada debido a la gran sequía que afecta al campo español desde hace, al menos, 2 o 3 años, influyendo de manera notable en la producción. En los cultivos de regadío, según Cantos, este problema no existe, ya que tú dominas el cultivo como quieres; y la humedad, tan necesaria en según qué productos, no les va a faltar. En referencia a esto último, añade que el riego en los cultivos de regadío siempre está supeditado a la presencia suficiente de agua en los canales o embalses.
Los agricultores se quejan de la estricta
burocracia que están obligados a presentar,
como en el caso de los controles fitosanitarios
La transformación del campo en los últimos 50 años ha sido innegable. Atrás quedaron la labranza y el tratamiento de la tierra con el arado tradicional romano, es decir, con la ayuda de un caballo o una mula, que vivieron nuestros abuelos. Tal y como expresa Valentín Cantos: “Ahora todo está mecanizado, lo que supone, también, un mayor coste para el agricultor”. La necesidad, casi imperiosa, de disponer de un tractor con sus correspondientes aperos, hoy en día, resulta imprescindible cuando, sin embargo, anteriormente en la recolección de alimentos, como el tomate o el maíz, esta labor se realizaba a mano, sin necesidad de maquinaria agrícola de ningún tipo. A esto último, hay que sumarle la burocracia cada vez más exigente y estricta que, desde órganos de regulación europeos, se obliga a presentar a los trabajadores del mundo del campo, como pueden ser los numerosos requisitos demandados para superar los controles fitosanitarios.
Un futuro incierto
Hablar del futuro de la agricultura en España es casi como tirar una moneda al aire, nadie puede vaticinar un escenario que sea cierto. Los conflictos en el sector, pese a los avances que se han llevado a cabo estos últimos días, no tienen pinta de que vayan a cesar de un momento a otro, tal y como expone García, “no sólo hablamos de un problema concreto, sino de varios problemas que se unen”. Entre los avances, destaca la petición del Gobierno a la Unión Europea (UE) para implantar las cláusulas espejo, consistentes en equiparar las exigencias sanitarias, medioambientales o fitosanitarias de las importaciones de terceros países a aquellos de la UE, y suavizar la burocracia.
Además, cada año España registra pérdidas de alrededor de 3.000 agricultores autónomos, que no pueden competir contra las grandes empresas o industrias. “Las subvenciones son cada vez son menores, sin embargo, los inputs o medios necesarios para producir se han incrementado de una forma exponencial en los últimos años”, argumenta García. Al mismo tiempo, los precios de algunas materias primas que se les paga a los agricultores siguen estancados desde hace años. Esta situación es la que lleva a muchos trabajadores agrarios a tomar la determinación de cerrar sus explotaciones al no ver un futuro a medio o largo plazo.
En definitiva, la situación y la realidad que atraviesa actualmente el campo supone innegablemente un enorme desafío. Los agricultores se enfrentan a diario a una combinación de los factores adversos, citados anteriormente, que han terminado por evidenciar la fragilidad de un sector de tanta relevancia e importancia del que, a su vez, dependen muchos otros. No obstante, ante este panorama surge la necesidad de buscar soluciones sostenibles y políticas que respalden a los agricultores, fortalezcan la rentabilidad y resiliencia del sector y garanticen la seguridad alimentaria a largo plazo. Ya que la superación de estos desafíos no solo es importante y crucial para aquellas personas que dependen directamente del cultivo de la tierra sino, también, para la estabilidad y la salud de nuestra sociedad en su conjunto.