Entrevista a Pedro Manzano, especialista en conservación y restauración de obras de arte

  • “Restaurar imágenes como la Esperanza de Triana supone mucha responsabilidad debido a la carga devocional y al número de hermanos que arrastra”

Textos y fotografías: José FERNÁNDEZ PÉREZ

En la calle Rodrigo de Triana, el silencio y la concentración forman parte del ambiente que se respira en el taller de Pedro Manzano.

Nacido en San Fernando (Cádiz), Manzano inició su viaje artístico en 1979 en Sevilla, donde curso la carrera de Bellas Artes. Con el tiempo, se especializó en la restauración y conservación de obras de arte, que era lo que más le gustaba. La habilidad de Pedro Manzano ha trascendido las fronteras de San Fernando, capturando la admiración de quienes han sido testigos de su maestría. Recientemente, su trabajo y compromiso fueron reconocidos en su tierra natal y para Manzano, evidentemente, “es algo muy importante que me emociona, y más viniendo de tu ciudad”.

¿Por qué decidió dedicarse a la conservación y la restauración del patrimonio?
Esta es una disciplina que yo no conocía cuando estaba en el último año de bachillerato. La idea era hacer Bellas Artes de forma genérica sin saber lo que, en cierta forma, me iba a encontrar allí, ya que la universidad se encuentra en Sevilla y yo residía en San Fernando. Tuve un profesor en bachillerato que me ayudó mucho para iniciarme en este mundo de las artes. Fue en tercero de carrera, cuando teníamos que escoger una asignatura optativa y me decidí por la conservación y la restauración. Al siguiente año, elegí la especialidad de restauración, a la que sigo dedicándome.

El restaurador Pedro Manzano trabajando en su taller

¿Cuál ha sido su obra más importante?
Decirte una sola obra es muy complicado, ya que los problemas son genéricos, pero no se repiten de forma sistemática en todas. Siempre destaco una intervención que fue dolorosa, ya que casi finalizándola tuvo que volver al taller pasada la Semana Santa para continuarla. Esta imagen fue la del crucificado del Cristo de la Exaltación. Al tener que desarticular uno de los brazos para ensamblárselo bien, debido a que estaba suelto, desafortunadamente nos encontramos muchas complicaciones en el interior.  Fueron problemas de pudrición en la madera, que se encontraba afectada seriamente. Pasada la Semana Santa tuvo que volver al taller para abrirle la tapadera de la espalda y poder continuar con el trabajo. Por lo que lo puedo considerar que es uno de mis trabajos más complejos.

¿Cómo es, de manera resumida, el proceso de restauración de una obra?
La metodología es la misma. Todo se inicia contactando con la hermandad interesada y haciendo una visita in situ para examinar la imagen. Tomo notas sobre las alteraciones que observo y las documento gráficamente para elaborar un informe diagnóstico y una propuesta de tratamiento con esa información. Normalmente, siempre recomiendo ampliar estos estudios a través de las imágenes médicas, de la tomografía axial computarizada y de la radiografía digital. A partir de ahí, la hermandad cuenta con un documento que puede valorar y estudiar y tomar la decisión de seguir adelante o no con el proyecto. Normalmente, las hermandades suelen realizar un cabildo de hermanos, donde se resuelven todas las posibles dudas que tengan y, una vez que se da el visto bueno, la imagen se traslada al taller y comienza el tratamiento. 

Una vez allí, lo primero que hago es documentar fotográficamente, con luces de estudio, las alteraciones y el estado de conservación, ya sea con luz natural, rasante o ultravioleta, para ver lo que se presenta en superficie, y que no se ve con la luz ambiente normal. También, se extraen muestras de policromía para que las analice un químico, ya que interesa conocer la composición, tanto orgánica como inorgánica, de los compuestos que conforman esa policromía. A partir de ahí, comienza el proceso de restauración dependiendo de los problemas detectados, pues se actúa de una manera de otra; y una vez finalizada la restauración, se elabora una memoria final. En muchas ocasiones las hermandades promueven conferencias para dar a conocer a los hermanos el trabajo realizado.

¿Tiene total libertad para ejecutar un trabajo de restauración o recibe indicaciones por parte de las hermandades?
Las hermandades depositan su confianza en mí para realizar el trabajo, pero por costumbre les intento hacer partícipe a través de una comisión que organizan ellos mismos para que vengan al taller, de manera que a lo largo del proceso se les va explicando lo que se va haciendo. Está comisión puede ayudarme con el asesoramiento en algunos aspectos, ya que ellos conocen mejor que yo el sentir de su hermandad y, según estos criterios, la limpieza será más o menos profunda sin que se pierda el carácter devocional de la imagen; ya que es fundamental que se note que ha habido una restauración, pero sin perder la esencia original.

A la hora de trabajar en su taller, ¿necesita crear un ambiente especial?
Normalmente, el ambiente de trabajo es tranquilo y sereno. Solemos tener de fondo la radio o música por llenar un poquito el vacío del silencio que impera en el taller, excepto cuando hay que usar una herramienta. A mí, la música me ayuda a trabajar mejor.

Ha restaurado imágenes como la Esperanza de Triana,  ¿qué se siente al contar con la confianza de hermandades con tanto tirón devocional en la Semana Santa sevillana? 
Supone una especial responsabilidad, debido a la enorme carga devocional y al número de hermanos que arrastran. Afortunadamente, la experiencia de los años te sirve para abordar estas situaciones. Mi primer trabajo profesional importante fue la encomienda que me hicieron los Carmelitas descalzos de San Fernando con su imagen del Cristo de la Salud. Este encargo supuso para mí un mundo.

¿Hay demanda de este oficio?
Hay mucha conciencia en torno a la conservación de patrimonio en las hermandades, ya que vivimos un momento álgido de las cofradías. Además, las hermandades de vísperas están empujando para entrar en la nómina, por lo que hay ambiente y trabajo. Cada año se forman más personas que intentan buscarse un hueco en el mercado. Cuando uno empieza piensa que abaratando el precio va a coger más encargos y se va a dar a conocer, cosa que te hace caer en la trampa.

¿Es un trabajo bien pagado?
A estas alturas de mi carrera profesional puedo decir que puedo vivir de esto, porque son ya muchos años de trabajo. Gracias a Dios, tengo la fortuna de tener un taller con cuatro empleados. Para eso hay que tener un volumen de trabajo importante. Los costes laborales y la inflación han subido bastante, y los productos que utilizamos no suelen ser baratos, así que al principio cuesta sacar el negocio, pero con un buen trabajo y un rendimiento al 100% la inversión dará su fruto. Es un oficio muy vocacional y te tiene que gustar porque los horarios varían bastante y, también, pasas tiempo fuera del taller con las hermandades, debatiendo, hablando, viendo…

¿Cómo ve el futuro?
No lo veo mal. Lo que sucede es que, desde el punto de vista de la administración pública, han iniciado una serie de ayudas, a través de subvenciones a la conservación del patrimonio de hermandades y cofradías y religiosos, que si se ampliase y se mantuviese en el tiempo nos ayudaría bastante. Partidas de un millón y algo de euros es escasa para el rico patrimonio que tenemos. Tampoco tenemos un cuerpo facultativo que nos reconozca todavía a estas alturas. Por ello, hay asociaciones, como Acre, de la cual soy miembro, que está peleando porque se nos reconozca como tal. Al final, lo que tenemos son las hermandades y cofradías que, afortunadamente, están ahí y nos ofrecen trabajo.

¿Qué opina de la incorporación de las tecnologías a este oficio, a priori, puramente artesanal?
Lo veo bien. Bienvenido sea todo aquello que nos ayude a tener un mayor conocimiento de la obra y que nos permita realizar nuestro trabajo con mayores garantías. Nosotros estamos de paso, pero la obra, teóricamente, a menos que ocurra una desgracia, va a perdurar en el tiempo y nuestro objetivo es mantenerla en condiciones. Las nuevas tecnologías también nos pueden ayudar a hacer copias digitales de las imágenes para consultar lo que se ha perdido. Por todo ello, las tecnologías son de ayuda, aunque se trata de un oficio artesanal.

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