Carmela Ríos: «El bulo es más fuerte y se viraliza más rápido que el desmentido»

  • La periodista reclama nuevas regulaciones frente a la desinformación en el periodismo

Natalia RÍOS

Carmela Ríos es una destacada periodista española reconocida por su trabajo como reportera de televisión y su activismo en derechos humanos y género.

Actualmente, ha enfocado su carrera a la comunicación digital, con especial énfasis en los procesos de desinformación. Inició su trayectoria laboral en la década de 1990 y desde entonces ha trabajado en medios de comunicación a nivel internacional. Durante una década fue corresponsal en París para Antena 3 y la CNN, donde, además, colaboró con French Press. Ha sido pionera en el uso de las redes sociales como herramienta periodística. En particular, su cobertura del movimiento 15M a través de Twitter le valió el prestigioso Premio Ortega y Gasset de Periodismo Digital en 2011.

Este enfoque la ha llevado a liderar estrategias de medios digitales en Unidad Editorial. Además, Ríos es una conferenciante que comparte su conocimiento en foros académicos y profesionales, participando en charlas y debates sobre periodismo de datos, comunicación política y desinformación en la Red. De hecho, su experiencia en cobertura móvil y redes sociales la han convertido en una experta en la confluencia entre tecnología y periodismo.

Sobre las consecuencias de publicar noticias falsas en internet, señala que «teóricamente, la desinformación ya tiene un encaje legal. La mentira, la calumnia y ese tipo de contenidos tienen un recorrido y un reproche penal”, explica Ríos. Añade que «las autoridades o los legisladores han tardado o tardan tiempo en buscar o pactar leyes que controlen esta nueva realidad de mentiras que se trasladan con mucha fuerza dentro de las redes sociales”. Para la periodista, calumniar a una persona en redes sociales es un delito y para luchar contra ello las normas deben actualizarse continuamente.

«Calumniar a una persona en redes es un delito y para evitarlo las normas deben actualizarse continuamente»

Al ser preguntada acerca del poder que tienen los influencers sobre la opinión pública, para Ríos, «el problema reside en que son personas que tienen un determinado número de seguidores y cierta capacidad para trasmitir en redes sociales, con un altavoz enorme, como el que antes tenían los medios de comunicación”. De modo que, a diferencia de antaño, «estas personas ya no necesitan medios de comunicación ni empresas para hacerse ver y oír».

Expresa su preocupación sobre el contenido que estos influencers pueden difundir. Entre los temas que tratan se pueden encontrar bromas, consejos de estética o recomendaciones de restaurantes; «el riesgo surge cuando el influencer se especializa en nichos sensibles, como la salud o la belleza, y juega con la esperanza de la gente», expresa la periodista.

Respecto al origen de los bulos, según Ríos, una parte significativa de la desinformación política es rastreable y tiene fuentes identificables, «sabemos de dónde procede y ha crecido debido al funcionamiento de los algoritmos de las redes sociales, que favorecen la difusión de las opiniones más radicales o más emocionales».

«No son siempre mensajes anónimos, también tienen firma”, indica esta experta, y destaca la importancia de que los periodistas se doten de herramientas para identificar la procedencia de los bulos. Ríos señala que la desinformación “hace mucho daño a la sociedad”, y en la profesión periodística «ya ocupa una parte de nuestro terreno de trabajo, que es la información, y afecta a una realidad cada vez más grande de la que nosotros, como periodistas, debemos informarnos e informar».

«Aumenta la desinformación política debido a los algoritmos de las redes que favorecen las opiniones más radicales«

Para Ríos, las noticias falsas son más efectivas que los desmentidos, y se propagan debido a su contenido, eminentemente, emocional. Añade que en algunos casos estas noticias falsas son el resultado de operaciones coordinadas por partidos políticos o grupos ideológicos que utilizan granjas de cuentas falsas con el único propósito de difundir estos bulos. “Están empleando esfuerzo, dinero y tecnología al servicio de la mentira, y por ello cuando llegan los desmentidos no tienen esa capacidad de viralización”, explica.  

Considera que nos falta formación, más que criterio propio, para identificar noticias falsas. Y resalta la necesidad de abordar y de actualizar las herramientas del periodismo para que el reconocimiento de fake news no le corresponda solamente a organismos de verificación de información, sino que cualquier profesional de los medios esté preparado para hacerlo. Para ello, la formación debe adaptarse al tipo de periodismo que se practique: política, deporte, sociedad… Según Ríos, dependiendo del público para el que se escribe, jóvenes o audiencias más mayores, se van a generar unas necesidades de monitorización, escucha o verificación.

Finaliza con la idea de establecer en las redacciones de los medios de comunicación programas de formación permanente, de manera que los periodistas actualicen y mejores sus competencias en materia de desinformación. «Esto sería lo ideal, pero entiendo que cuesta más», opina Ríos.

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