Donde más se necesitaba, la Virgen estuvo presente, conviviendo con los vecinos del Polígono Sur y acompañándoles en su día a día

José FERNÁNDEZ
La Misión evangelizadora que ha llevado a cabo la Hermandad de la Esperanza de Triana en el Polígono Sur ha sido un ejemplo de compromiso y cercanía. Durante varios días, la corporación trianera trasladó la fe y su mensaje de esperanza a un barrio que, más allá de los titulares, conserva una profunda devoción y una necesidad real de sentirse acompañado. Esta iniciativa ha recordado que la Iglesia también tiene un papel social que cumplir y que la fe puede ser un motor de unión y de transformación.
Las parroquias de San Pío X y San José Obrero se convirtieron en el centro social y espiritual de la Misión. Allí, la Hermandad de la Esperanza de Triana convivió con vecinos, fieles y multitud de personas que se acercaban diariamente para rezar ante la Virgen, confiarle sus preocupaciones y acompañarla en su camino, pese a la distancia que los separa de su barrio de origen. Muchos de ellos eran antiguos trianeros reubicados en el Polígono Sur hace más de medio siglo. En ese reencuentro entre los orígenes y el presente se ha construido un puente entre dos realidades separadas por la distancia, pero unidas por la misma devoción.
Emociones a flor de piel en el hospital Virgen del Rocío
Entre los momentos más conmovedores de la Misión destacó la visita al hospital Virgen del Rocío, donde la Virgen fue recibida con una emoción difícil de contener. Pacientes, familiares y personal sanitario vivieron un instante de recogimiento y esperanza que será difícil de olvidar. Aquel encuentro, cargado de lágrimas y rezos, recordó a todos que la fe también puede ser compañía en los lugares donde el dolor más pesa.


En una sociedad cada vez más distanciada de lo religioso, la Misión de la Esperanza de Triana ha demostrado que la fe sigue siendo capaz de reunir y congregar a miles de personas. Más allá de la multitud, esta Misión ha supuesto una renovación espiritual para la hermandad y un recordatorio de su razón de ser: estar cerca de quienes más lo necesitan. La Dolorosa de la calle Pureza ha vuelto a mostrar que su presencia trasciende fronteras y que su mensaje sigue teniendo fuerza para acercar a quienes, de un modo u otro, siguen necesitando esperanza.
El sábado 1 de noviembre, al cumplirse el LXXV aniversario de la proclamación del dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María por el Papa Pío XII, culminó este periplo evangelizador. Y lo hizo de la mejor manera posible, con una procesión triunfal de regreso desde la catedral. Con ella, se ha puesto el broche final a una Misión que ha llevado luz y esperanza allí donde más se necesitaba. La Virgen vuelve a su capilla, pero deja tras de sí una huella en el Polígono Sur y una lección clara para todos: evangelizar también es comprometerse con la realidad.
